Warner Bros. nos ha invitado a disfrutar de su última película: Los pecadores. Con ella, Ryan Coogler se aleja del cine comercial que había estado dirigiendo en las últimas décadas (Black Panther, Creed…) y se adentra en un drama racial en el que aparecen elementos clásicos de terror. De este modo se busca un cóctel perfecto entre la atmósfera sureña americana, el folclore afroamericano y los relatos góticos que muchos conocemos.
De primeras, todo esto suena maravilloso y fantástico, nunca mejor dicho, pero la pregunta que posiblemente os estéis preguntando es la siguiente.
¿Funciona? ¡Vamos a verlo en nuestra crítica! ¡Allé vamos!
La apertura del local maldito
Aquí tengo que confesarme. Cuando me adentré en la sala iba sin conocimiento del tráiler y de la historia, únicamente había visto el póster que me aseguraba que entraría de lleno en una aventura de acción sin límites. ¡Qué equivocado estaba!
Misisipi, años 30. Los gemelos Smoke y Stack -Michael B. Jordan- regresan a su pueblo natal tras una larga ausencia. Durante esos años han estado en Chicago, sumándose a las «buenas» obras del capo conocido como Al Capone. Ahora, con el dinero «ganado», vuelven con una idea clara: abrir allí un local de blues donde el buen licor corra por las gargantas y el dinero fluya hacia sus bolsillos. Durante la primera mitad de Los pecadores observamos todos los pasos que van acometiendo estos dos hombres para conseguir que esa apertura sea todo un éxito, al tiempo que vamos conociendo todos los problemas que dejaron abandonados atrás cuando decidieron escapar de su pasado.
Como decía, esta parte se asemeja mucho a otras narrativas raciales, en las que se van mostrando diferentes situaciones de falta de derechos o de rebeldía, sumando a ello un gran orgullo por la propia identidad negra (representada también por el Blues). No puedo olvidar aquí el mencionar la participación de Sammie Moore -Miles Caton-, un primo pequeño de ellos y amante de la música antes mencionada. Él nos servirá de ojos para descubrir todo el ambiente que se aleja de su vida diaria: ser el hijo del predicador.
Pero todo cambia al llegar a la mitad de Los pecadores, cuando hace su aparición el elemento propio del terror fantástico que todos conocemos: un vampiro. Con él comienza una ola de conversiones que explotará de lleno en la inauguración del bar. Y ahí, justo ahí, es cuando comienza la verdadera acción.
De este modo contamos con dos partes diferenciadas en la historia, optando la primera por un ritmo pausado, contemplativo, construyendo la tensión con paciencia. Desde el inicio sabemos que algo va a ocurrir en ese bar, pero desconocemos la verdadera naturaleza del problema (KKK, el pasado regresando… ¿vampiros?). Es por ello que las revelaciones van llegando a cuentagotas, aportando misterio a cada paso. Coogler opta por utilizar muchos planos abiertos rozando lo pictórico, además de algunos planos secuencia que permiten que descubramos toda la dimensión de la escena que estamos viviendo (el de la canción en el local es maravilloso).
El problema llega en esa segunda parte. La sorpresa por la llegada de los fantástico contrasta con el caos que podría llegar a generarse. Es cierto que es en ese momento llegan algunas reflexiones interesantes: libertad en una comunidad en la que pierdes tu «vida» o una especie de esclavismo ante un futuro que no pinta positivo. Y, por qué no añadirlo en este momento, la música acaba siendo algo importantísimo a lo largo de Los pecadores: ya no solo como un método para remarcar las raíces de los personajes, sino como método de comunicación y unión colectiva (y motivación del «villano»).
Es aquí donde empiezan a aparecer algunas escenas curiosas, como el baile de los vampiros, que no acaba de encajar por completo en el tono llevado hasta el momento (aunque me encanta, he de decir). Así es como llegamos a un final esperable y catártico para muchos de sus personajes, acompañado de grandes dosis de acción y sangre fluyendo, aunque lanzada con buen gusto. Como aviso final: hay escena post-créditos, una muy interesante para dar un cierre verdadero y redondo a la película.
¿La sangre o la vida?
Todo los que vivimos en Los pecadores lo hacemos a través de los ojos de Sammie Moore -Miles Caton-, el joven hijo del predicador que desea dedicarse a la música. Acompañado de su guitarra, que le regalaron sus primos, encuentra en su alma una preciosa voz con la que compartir su arte con los demás. Me gusta mucho su trabajo y su evolución como personaje, siendo uno de los más reales de toda la cinta.
Por su parte, tenemos a Michael B. Jordan, demostrando su gran versatilidad al interpretar a dos personajes que, a pesar de compartir rostro, presentan unas personalidades muy diferenciadas. Stack y Smoke son dos caras de una misma moneda, donde uno es impulsivo el otro introspectivo. Me gusta el hecho de que su diferenciación no está basada en estereotipos, sino en matices (y los colores del vestuario).
A mayores, todo el reparto secundario aporta autenticidad al contexto rural y religioso en el que se desarrolla la historia. Desde Delta Slim -Delroy Lindo-, un viejo músico de Blues que sobrevive con lo que puede, que sirve de contraparte para Sammie y como punto cómico de muchas situaciones; Pearline -Jayme Lawson-, una cantante de Blues de la que Sammie está enamorado; Mary -Hailee Steinfeld- en un papel menor como antigua amante de uno de los hermanos; o Annie -Wunmi Mosaku- antigua pareja del otro gemelo y gran conocedora de la magia budú.
Y me dejo muchos más, porque llegado al punto, lo importante era representar una gran parte de variopintos personajes que tuvieran mucho de lo que hablar sobre lo que les iba a ocurrir. ¡Y vaya si les ocurrió!
Una tierra llena de acordes
Los efectos visuales se muestran más comedidos, no hay grandes despliegues, sino detalles sutiles. El enfoque es más atmosférico que explícito, apoyado en el gran trabajo de maquillaje, que muestra esos mordiscos o consecuencias de los disparos con gran realismo y ayudan a anclar la historia en esa realidad inquietante. Por su parte, el trabajo de vestuario es más que correcto, ayudando a definir personajes, pero sin llegar a exagerar.
La banda sonora, a cargo de Ludwig Göransson, es uno de los grandes aciertos de la película. Esa mezcla de Blues con elementos experimentales acaba creando una ambientación sonora que refuerza el carácter espiritual de muchas escenas (otra vez la canción de bar). Además, añadir, las múltiples interpretaciones que hacen los actores de Los pecadores, resultando en algo casi musical en algunas secciones.
Conclusiones de la crítica: nuestro pecado será que no acaben todos muertos
Los pecadores es una apuesta arriesgada. Lejos de las aventuras ligeras, busca contar una historia densa, con muchas capas y donde el terror se aleja de los sustos para convertirse en algo más emocional.
Como ya se habrá notado, es una película que exige paciencia, pero que acaba recompensando con una puesta en escena brillante, unas interpretaciones fantásticas y una atmósfera envolvente (aquí tenemos que destacar el uso de cámaras IMAX). Es cierto que habrá más de una situación en la que cualquier espectador podrá sentirse fuera de ella, pero el resultado final es más que satisfactorio. Y lo digo yo que me esperaba una cosa totalmente diferente.
Los pecadores llegan a los cines justo en medio de Semana Santa, el día 16 de abril (fechas justas para su nombre).
Como siempre, agradecemos a Warner Bros la oportunidad de ver esta película en el pase de prensa.