Hoy os traigo el análisis de Pathfinder: Kingmaker Definitive Edition en Xbox One. Veamos
cómo se adapta al videojuego esta arriesgada apuesta de Kickstarter creada en
conjunto por Paizo –responsables del juego de mesa original– y Owlcat Games.
Argumento
Las fantasías medievales son un género complicado de abordar, especialmente por
los grandes maestros que ya han hecho carrera en esas lindes. Por eso es tan
importante desmarcarse del legado de mentes tan brillantes como J.R.R. Tolkien y
George R.R. Martin; y la trama de Pathfinder lo logra con soltura.
Los lugares seguros donde dormir son una parte fundamental del descanso de nuestro equipo |
El jugador encarna a una versión heroica de sí mismo, formada a su antojo, que
se embarca en una misión épica y llena de aventuras: obtener un territorio que
gobernar y administrar.
Aunque las murallas de texto sean el vehículo narrativo escogido por Owlcat
Games, es el único que encaja bien en el videojuego tal y como está planteado.
Esta será la tarea fundamental que Pathfinder nos encomienda, y que estará
acompañada por otras muchas misiones secundarias que nos ayudarán a expandir
–aun más, si cabe– el amplio mundo que tenemos por delante.
Desde el principio, Pathfinder nos deja seleccionar qué aventura queremos jugar |
Jugabilidad
La jugabilidad de Pathfinder es fiel a la filosofía de los juegos de rol de
fantasía medieval, y se ciñe perfectamente al espíritu que transmite el juego
de mesa homónimo. El sistema rescatado del juego de mesa –con clases,
habilidades, estadísticas…– es el punto central del aspecto jugable del
título.
Las múltiples aventuras que nos esperan no las haremos solos, puesto que
Pathfinder pone a nuestra disposición a casi una decena de compañeros y
compañeras que nos pueden ayudar –cinco como máximo, el resto estarán en
espera– en nuestras andanzas por el extenso mapeado. Esa posibilidad abre una
horquilla inmensa de interacciones y de diferentes caminos por los que seguir.
Pathfinder es un título muy personalizable. En cuanto a los compañeros -además
de decidir quiénes te acompañan y quienes no-, Owlcat Games va un paso más
allá y nos permite trastear con ellos de la forma en que nos convenga: podemos
decidir si los manejamos nosotros o los dejamos bajo control de la IA del
título, podemos ordenarles que mantengan una posición determinada o que entren
en modo sigiloso uno por uno o todos a la vez… También se puede elegir si la
subida de nivel de los personajes es una tarea que el jugador está dispuesto a
asumir o prefiere relegarla a la IA. Estos pequeños detalles facilitan mucho
la inmersión, y contribuyen a integrarte dentro del universo de Pathfinder.
El combate –imprescindible en estas aventuras– es otro de los aspectos clave
de Pathfinder. A la hora de afrontar los momentos de mayor acción, se le
ofrecen dos opciones al jugador: el clásico combate por turnos –integrado en
el título gracias a su lanzamiento en la edición para consolas, propio del
género y de productos tan notables como el propio Pathfinder o el mítico
Dragones y Mazmorras– o el combate en tiempo real –donde los personajes atacan
al mismo tiempo que sus enemigos en el campo de batalla–. La elección quizá
sea más estética que de otra índole, pero es otro de los aspectos que se deja al gusto de quien sujeta el mando.
Como decía antes, los pequeños detalles son los más importantes. Pathfinder es
un juego que lleva el realismo –dentro de una fantasía medieval de rol– a sus
máximos extremos. El estado en el que se encuentran tus personajes es clave, y
marcará su desempeño en áreas tan importantes como el combate o la velocidad a
la que se mueven por el mundo. Por ello, es recomendable utilizar de forma
habitual la posibilidad de descansar montando un campamento y haciendo un alto
en el camino. Descansar no solo permite que los estados de cansancio o
extenuación desaparezcan; sino que también será útil para conocer un poco más
a nuestros compañeros –gracias al breve diálogo que se produce mientras se
monta el campamento– y para sanar nuestras heridas de cara a los próximos
combates.
No obstante, no todo son beneficios respecto del descanso. Esta mecánica es
ligeramente enrevesada. Descansar consume raciones de comida –una ración por
cada miembro del equipo–. En caso de que no queden raciones en nuestras
mochilas –o que estemos en una mazmorra, lugar donde no se puede cazar– nos
veremos obligados a enviar a un integrante de nuestro grupo a cazar para poder
tener algo que llevarnos a la boca. Esta vuelta de tuerca es un síntoma de que
–nuevamente– las cosas que a priori parecen no importar se aprecian mucho,
facilitando la inmersión en un producto que realmente pone de su parte por
lograr que el jugador se integre y viva en el mundo.
Pathfinder valora la inmersión. Aunque la gran parte de sus esfuerzos están
centrados en hacer partícipe al jugador de la experiencia de la forma más
completa posible, algunos errores le hacen palidecer. Las pantallas de carga
–quizá colocadas en exceso– tardan demasiado en desaparecer, lo que dificulta
la dinamización del juego y eliminan la sensación de urgencia que impregna
algunas de las aventuras que hilan la trama.
Además, en algunas ocasiones los personajes no cumplen con los movimientos que
se les ordena, lo que implica que pierdan turnos valiosos que pueden
desencadenar en una catástrofe y provocar que el equipo pierda el combate –a
veces ello implica perder el progreso de mucho tiempo, por lo que también es
importante hacer uso del sistema de guardado habitualmente–.
El otro pilar sobre el que se asienta la experiencia
Pathfinder es la administración de nuestro territorio. Llegado cierto momento
de la campaña principal, nuestro protagonista se hará cargo de unas tierras
que deberemos manejar y expandir para lograr el dominio total del mapa.
Sin
embargo, si lo nuestro no es gobernar desde el salón del trono sino patear los
caminos y pelear mano a mano contra hordas de monstruos, podemos dejar
–activando la opción pertinente en el menú de configuración– en manos de la IA
la administración de nuestros terrenos, olvidándonos de los problemas que
puedan derivarse de esas gestiones.
La construcción de nuevos edificios es uno de los aspectos más atractivos del título |
Pero si decidimos asumir la vara de mando, deberemos enfrentarnos a un reto
que no tiene fin. En los hombros del jugador recaen todos y cada uno de los
aspectos imaginables del gobierno. Elegir a los consejeros principales –diez
encargados de las estadísticas del reino– es solo el primer paso, puesto que
estas personas serán los acompañantes del jugador en las decisiones que tome a
la hora de gestionar su propio territorio.
El paso del tiempo
traerá a la puerta del salón del trono oportunidades y problemas, eventos con
los que se debe tratar a la mayor brevedad posible, puesto que las recompensas
derivadas de su gestión exitosa podrían perderse o –peor aún– el desenlace de
estos eventos podría afectar negativamente al reino. Los problemas son más
prioritarios que las oportunidades, ya que los primeros tienen consecuencias
negativas si no son afrontados; mientras que las oportunidades ignoradas no
causan ningún perjuicio a nuestras tierras.
Cada zona del
reino comandado por nuestro protagonista tendrá un asentamiento, núcleo urbano
lleno de nuevos colonos con ansias de empezar una nueva vida. Como gobernante
de esos súbditos, nos corresponde dar las órdenes pertinentes para levantar
edificios en el área y pasar de un pequeño pueblo a una esplendorosa y potente
ciudad. La lista es amplia, y cada construcción trae consigo beneficios a las
estadísticas del reino y del propio asentamiento. Pero no todo es de color de
rosa.
La pantalla de gestión del reino será familiar para quienes decidan llevar las riendas de su propio reino |
Aunque podamos construir, también nos pueden destruir. Nuestros asentamientos
recién formados son un jugoso objetivo para los cientos de enemigos y
monstruos que pueblan el mapeado, por lo que deberemos mantener un buen
ejército y fortificar nuestros enclaves si deseamos garantizar su
supervivencia y protección.
Todas estas tareas se pueden
asumir desde una ventana muy característica e intuitiva, a la que se puede
acceder fácilmente desde el salón del trono y desde el propio mapa del mundo,
facilitando una gestión eficaz de todos los aspectos del reino y evitando
dispersar los diferentes aspectos de una mecánica tan difícil.
¿Qué hay de nuevo en la versión consolas?
La Definitive Edition para consolas se compone del juego base y tres DLC
que expanden los contenidos de la trama. Tal y como sucede en otros RPG del
estilo –como Fallout– la trama de los contenidos extras se entrelaza con las
aventuras del juego base desde el principio, permitiendo que el jugador no los
aprecie como un contenido separado y sienta que todo es parte de la misma historia.
El primero de los contenidos descargables –titulado The
Wildcards– descubre al jugador una nueva raza, una nueva clase y una nueva
compañera que se puede incluir en el equipo desde el capítulo 2.
El
segundo de los añadidos de la Definitive Edition, llamado Varnhold’s Lot,
coloca al jugador en una delicada situación y le implica en los avatares que
sufre el líder de otro reino vecino al de nuestro protagonista; llevando las
consecuencias de nuestras decisiones en este DLC a los eventos de la campaña
principal.
La tercera y última adición para Pathfinder: Kingmaker es
conocido como Beneath the Stolen Lands, gracias al que se añade una nueva
línea de misiones centrada exclusivamente en nuestro protagonista. Este DLC
integra en el mundo del juego una nueva mazmorra, repleta de nuevos enemigos y
que supondrá un enorme desafío hasta para los jugadores más expertos.
La
combinación de estos tres añadidos descargables con el juego base hará que
Pathfinder: Kingmaker Definite Edition se convierta en un producto rico, lleno
de vida, rejugable y que merece la pena explorar hasta el final.
La
versión en PC –lanzada hace dos años– tiene activada la traducción al español
de todos los textos del título. Pero en consolas esta opción no existe, por lo
que algunos de los idiomas más recurrentes son el inglés y el francés. Esto
podría suponer alguna desventaja para aquellos que no estén versados en el
estudio de una segunda lengua, pero siempre podemos tener el diccionario o el
traductor automático a mano para salir del atolladero.
Gráficos y sonido
El apartado gráfico de Pathfinder cumple con su función, ilustrar de forma limpia y sin fallos el mundo y los personajes que entran en juego en cada escenario y momento; aunque sufre con la acumulación de muchos personajes y en determinados momentos la caída de frames –sí, caída de frames en una consola– es ligeramente perceptible y ralentiza los movimientos y perturba la sensación de inmersión.En Pathfinder: Kingmaker hay acción a raudales en batallas muy intensas |
Conclusión
Pathfinder: Kingmaker es un título interactivo –demasiado temeroso quizá de abandonar el terreno de la master race– basado en un juego de mesa con una personalidad muy marcada, por lo que el jugador debe apreciar mucho el universo y las particularidades del género para tener una experiencia divertida o debe tener la mente abierta y estar dispuesto a probar nuevos estímulos en el mundo del videojuego.La creación de Owlcat Games es, en ocasiones, un caramelo algo envenenado: parte de un concepto excelente e interesante pero tiene errores que –por desgracia– dificultan el disfrute completo de lo que el título tiene que ofrecer. Todos los elementos del RPG clásico están encarnados en los bits, pasando la experiencia del juego de mesa al territorio del Décimo Arte con un resultado aceptable y que brilla cegadoramente en algunos de sus apartados.
Lo mejor
– Historia entretenida y profunda, con muchas ramificaciones que mantienen enganchado al jugador– Sistema de combate y desarrollo del juego fiel a los cánones del género
– La personalización y posibilidad de gestionar casi todos los aspectos del juego harán que el jugador invierta muchas horas
Lo peor
– Carencias del aspecto gráfico que hacen palidecer mínimamente la vistosidad
del juego
– Puede resultar poco estimulante para quienes sean ajenos al género
– Puede resultar poco estimulante para quienes sean ajenos al género